08 junio 2010

Relatos de una patología sana: autómatas e instintivos devotos...por Zarco Castillo Elgueta

Relatos de una patología sana: Autómatas e instintivos devotos

“Nunca dejaré de coleccionar. Hay tantos marcapáginas como personas en el mundo, y quizás más. Mi afición terminará sólo al no tener espacio para guardar un nuevo ejemplar o simplemente cuando esté muerta”, Olga Sotomayor.


El número exacto de coleccionistas en el mundo aún no ha sido determinado, tampoco qué los motiva a realizar una acción de este tipo. Millonarios con posibilidad de pagar altas sumas de dinero por un ejemplar, individuos que sólo coleccionan artículos que les hayan sido regalados, personas que desean fama y reconocimiento por su acción, entre otras miles de personalidades son partícipes del coleccionismo mundial.

La Real Academia Española (RAE) define la palabra colección como: “un conjunto ordenado de cosas, por lo común de una misma clase y reunidas por su especial interés o valor”. De forma que ser coleccionista no es un comportamiento moralmente errado, ni menos un delito penado por la ley.

De acuerdo con el mito griego, Narciso, un bello joven, se enamoró de su reflejo en el agua de un estanque y se ahogó en él al intentar abrazar a su amada imagen. Sin embargo, Freud utilizó el término narcisismo para describir las situaciones en las que la libido del individuo se aplica al mismo yo más que a otra persona. A su vez, este psicoanalista, define que un instinto o impulso tiene cuatro características principales: Origen, ímpetu, fin y objeto. El origen se refiere a la parte del cuerpo desde la cual aparece el instinto; el ímpetu es la cantidad de fuerza o intensidad asociada con el instinto; el fin se refiere a cualquier acción dirigida hacia la descarga o satisfacción de la tensión, y el objeto es la diana (a menudo una persona) de esta acción. Esto no es muy alejado si ejemplificamos la fuerza de atracción que posee la mano de un coleccionista ante un potencial ejemplar en vitrina.

El psicoanalista italiano Sergi Lebovici, manifestó que “un coleccionista es un narcisista que se apropia de un objeto, independientemente de su valor real”. Esto no engloba a la siguiente historia: diariamente un muchacho de 15 años junta envases de lata vacíos. Al terminar el año, el joven sueña y espera haber recolectado 10 millones de ejemplares para venderlos y comprar una lavadora a su madre. ¿Qué lo impulsa?, ¿Es un coleccionista en potencia o sólo un individuo que ansía un objetivo material?. La discusión aumenta si mencionamos que todos los aficionados corren el riesgo de pasar por una etapa de coleccionismo compulsivo: el intento incontrolado de acaparar todos los objetos posibles que pertenezcan a un tipo de afición.
El rito y apetito íntimo del acopio

Olga Sotomayor es bibliotecaria y coleccionista de MP (marcapáginas). Intercambia ejemplares de su colección con gente de países como: Argentina, Brasil, México, USA, Canadá, India, Israel, Australia, Nueva Zelandia, Finlandia, China, Japón, España, Francia, Dinamarca, Italia, Alemania, Bélgica, Holanda, Reino Unido, Portugal, Grecia, Turquía, Suiza, Noruega, Corea, Egipto, entre otros lugares del planeta. Según dijo empezó a coleccionar el año 2003 y hasta ahora lo hace ininterrumpidamente. Además expresó que “al tener en mis manos un ejemplar pienso en la historia del diseño y estética a la cual pertenecen”. También reflexionó en qué dirán las personas en 50 Años más sobre el tipo de publicidad para promocionar los productos del presente. “Es lo que sucede ahora al revisar la revista Paula de los años 60 y decir: ¡ah! así era la publicidad en esa época, que sobrias y clásicas imágenes”, explicó.

Según Sotomayor, al momento de elegir un nuevo ejemplar “todos son bienvenidos”. En esto es absolutamente imparcial. Cualquier marcapáginas que no tenga, ingresa a ser parte de su colección.

“Un día empecé a averiguar de estos objetos en Internet y descubrí que en el extranjero había gente que los coleccionaba, entonces empecé a hacer lo mismo. Mi colección aumentó a más de 10.000 unidades, desde el 2008 a la fecha, gracias al intercambio de ejemplares con extranjeros. No sé exactamente si tengo un impulso descontrolado, pero la estética de los marcapáginas me fascina y estimula a buscar nuevos modelos”, afirmó la aficionada.

Esta coleccionista atribuye su práctica a dos factores: el que cada vez que compraba un libro le regalaban un MP y que su hermana coleccionara servilletas por 7 años. A su vez, enfatizó en que “no hay rarezas entre mis ejemplares”, pero tiene modelos preferidos por quien se los regaló o bien por los materiales con los que están hechos. “La mayoría son de forma rectangular, forjados en distintos materiales y de papel en variados gramajes (cartulina, papel de arroz, entre otros tipos). Los hay en fibra vegetal, cuero de salmón, plástico y con flores secas. En cuanto a temáticas no tengo restricciones, ya que en mi colección hay modelos artesanales, comerciales, publicitarios, de editoriales, de librerías, de museos, de difusión, nacionales, extranjeros, con diversos motivos, diseños y formas”, describió la coleccionista.

Carolina Ivonne Gajardo Morales es Coleccionista de servilletas desde hace 15 años. Se inició en esto porque siempre le han atraído los diseños de estos objetos. En los supermercados habitualmente se detenía a mirarlos y no resistía a comprar algún paquete de su preferencia. Así empezó todo.

“Mi colección consiste en ‘Servilletas de papel’ de distintos motivos. Las guardo en archivadores en fundas plásticas. La mayoría de las veces compro paquetes, por lo tanto tengo varias iguales. Las organizo por secciones: las floreadas, de niños, de folclor chileno, de animales, de restaurantes, entre otros tipos de títulos. Rarezas no tengo, o al menos no lo creo así. Sin embargo, tengo servilletas exclusivas, con diseños y formas diferentes”, detalló la aficionada.
Asimismo, Gajardo, explicó que a medida que ha pasado el tiempo, quiere tener cada vez más diseños, ya que siempre aparece algo nuevo y es un cuento de nunca acabar. Cuando observa una servilleta que le agrada y la puede comprar, cambiar o pedir, no lo piensa dos veces y hace todo lo necesario para obtenerla. No tiene una cuenta exacta, pero asegura que “en mi colección figuran más de 2.000 servilletas distintas”.

“Al tocar uno de mis ejemplares pienso en que me gustaría que se conserven y perduren en el tiempo. Además, cada vez que tomo una, recuerdo como la obtuve, el tiempo transcurrido, el precio pagado y el momento en que utilizamos a sus compañeras. Es como volver el tiempo atrás”. Señaló esta coleccionista oriunda de Linares.

Hans Alemany tiene 21 años, estudia auditoria y es coleccionista de bicicletas clásicas desde el 2005. A su vez, dijo que desde niño le han gustado las cosas antiguas y artículos únicos. “La primera vez que conocí una bicicleta fue de tipo clásica. Desde ese momento no me detuve. Empecé a buscar compulsivamente estos aparatos. En principio fue muy difícil, pero gracias a mi ímpetu terminé encontrando un modelo que perteneció a mi padre: una clásica mini CIC de los años 70”, explicó. Además comentó que la ambición de tener piezas únicas, el que su hermana coleccionara cactus y que su abuela sea una asidua coleccionista de zapatos, fueron factores que condicionaron su afición.

“Tengo 30 bicicletas antiguas de diferentes años restauradas y el mismo número en proceso de renovación. La más rara de todas es un modelo uruguayo que me traje de un viaje: prototipo único que jamás he vuelto a ver. Sentir que tienes y reconstruyes algo que formó parte de la vida de una persona y del desarrollo de la sociedad es muy emocionante, en especial cuando hago exposiciones con mi colección. Lo más importante a la hora de elegir un nuevo ejemplar es que se encuentre en buen estado estructural y lo más completa posible”, manifestó.

Para Alemany esto no es sólo una práctica de distracción. “El día que estaré satisfecho con mi colección y deje de tener este pasatiempo será cuando logre obtener un modelo de cada país. Ese es mi sueño y mi objetivo en la vida. Viajar por el mundo coleccionando bicicletas clásicas. De esta forma mi acción diaria es intentar preservar el patrimonio ciclista de Chile”, dijo el universitario.

Mónica Alfonso es argentina y, actualmente, vive en Buenos Aires. Ella es coleccionista de calendarios de bolsillo desde hace más de 30 años. “No fue una decisión consciente, empecé a juntar a los 6 años, cuando mi padre traía diariamente, a cada integrante de la familia, un calendario distinto. Al terminar el año, en lugar de botarlos, me los daban a mí y yo los guardaba”, comentó. Según indicó, lo que la impulsó a coleccionar es la belleza de este tipo de objetos y que su hermano coleccionara boletos de colectivo por más de 6 años. Incluso esta bonaerense aseguró que creer completar una colección es un concepto errado. “El acto de reunir objetos es eterno, nunca termina. Sin embargo creo no estar obsesionada con el tema. Para mi es sólo un pasatiempo”, explicó.

En la actualidad posee más de 10.000 unidades. Una de las rarezas o ejemplares excéntricos de su colección es un calendario italiano, en forma de abanico, perteneciente al siglo XIX. Además, dijo ser una coleccionista de historia. “Conservo parte de la cultura popular de un lugar, del imaginario colectivo, que de otro modo se perdería. Al momento de elegir un nuevo ejemplar evalúo el lugar de donde proviene, el tema, el año y el estado de conservación”, señaló.

Sin duda es una práctica que cada vez suma más adeptos en el mundo. De forma que filatelistas, numismáticos, notafílicos, coleccionistas de envases de chicles, de llaveros, de miniaturas de licor, de cómics, entre otras aficiones, convergen entre sí retroalimentándose de ejemplares que enriquezcan su colección. A su vez, el trueque de objetos, característico de la Edad Media, vuelve a cautivarnos y nos demuestra, en este siglo XXI, un pasatiempo libre de tecnología.

1 comentario:

La Polilla Cubana dijo...

Tengo algunas servilletas, no muchas, que pudiera hacerle llegar a la coleccionista: envié mail a Olga con mis datos favor contactarme
Rosa